Zaragoza año 1929.En el mes de junio, me encontraba en Zaragoza. Solíamos ir los amigos por aquellas noches al enorme cafe de "Ambos Mundos".
Una noche, en que nos situamos cerca de uno de los ventanales, contemplamos el paso de los vehículos por el Paseo de la Independencia.
De pronto sentimos el chirriar de un frenazo miramos hacia la calle y a pocos metros vimos a un hombre bajo las ruedas de un automóvil Salimos apresuradamente, recogimos al atropellado, fuimos dos de nosotros, acompañándolo en el interior del vehículo hasta la Casa de Socorro, mas próxima Tenia el rostro bañado en sangre. Aparentaba tener unos 21 años, iba bien vestido y estaba conmocionado.
En la Casa de Socorro salieron dos enfermeros con una camilla y llevaron al herido al quirofano. Al cabo de un rato salio un practicante con una cartera en la mano, se acerco a una sala próxima y llamo a la Policía Dejo la cartera en un cajón de la mesa. A los pocos momentos, se presento en la Casa Socorro, un agente de Policía al cual le fue entregada la cartera por el practicante y a quien contamos lo poco que vimos. En la charla, el agente iba repasando uno a uno los documentos que contenía la cartera. De pronto cayo una estampa de una Virgen con algo escrito. El corazón me dio una vuelta. ¡Aquella Virgen! Me pareció absurda mi corazonada. No obstante, volví a mirarla. Era la Virgen del Rosario de Cartaya. En la estampa estaba escrito: Que la Virgen del Rosario te proteja; hijo mio. Cartaya Octubre de 1926. Aquella estampa era de Nuestra Virgen. La hubiera reconocido sin leer el escrito, pero allí ponía Cartaya. Supimos la dirección y el nombre del herido. Fui a Telégrafos y curse un telegrama.
Pasado unos días fui a verlo, una mujer de unos 45 años, me recibió extrañada. Tuve que presentarme. Soy quien puso a ustedes el telegrama avisando del accidente. Un Cartayero, un paisano, repuso la señora. Que Dios y la Virgen del Rosario te lo pague hijo mio, añadió estrechando mis manos entre la suyas.
Pasaron los meses que nos separaban de las Fiestas del Rosario. En la puerta de la iglesia después de la procesion la imagen de la Virgen parecía sonreír a la multitud congregada a sus plantas.
Junto a una de las maniguetas del paso vi a un joven que no me era desconocido. A su lado con lagrimas sobre sus mejillas estaba la señora que conocí en Zaragoza.
Aquel suceso me enseño que las imágenes de nuestra devocion nos llega con vínculos mas fuertes que las conmiseraciones humanas a las personas de los lugares donde nacimos.
He aquí parte del curioso articulo, a continuación publicamos la foto del texto original para aquel que desee leerlo integro.
COPIA DEL EJEMPLAR DEL PERIODICO DONDE SE PUBLICO LA HISTORIA Y EL ARTICULO ORIGINAL. |